© Carmela Rufanges – COMENTAR en ‘entradas recientes’ o ‘archivos’
Colgarse de caminos, pasajes y paisajes, es como mecer el corazón.
Brazos amorosos tan llenos de verdad que tienen la cualidad de inventarse sentidos y descorchar la primitiva necesidad de envolvernos y enredarnos en su silenciosa simplicidad. Es pura codicia de autenticidad, lo sé…pero su carencia de condiciones y su altruismo despojado de la tan innecesaria practicidad, es una suave exhalación de aire fresco, que descongestiona y gestiona cerebros preñados de cotidianos contratos de acumulación.
Caminar de su mano nos refleja en un autorretrato de inexorable realidad, sin juzgar ni catalogar, una respiración profunda de libertad y vida.
Permítenos que sigamos colgándonos de tus fornidos brazos de corteza y savia. Danos tu consentimiento para que auscultemos tu canturreo de hojas susurrantes y así ovacionemos la perpetua orquesta de ramas, que balanceadas por el suave viento que esparce aromas de una inminente primavera, nos coagule la incertidumbre y nos inunde de provocador y turbulento regocijo.
Todo lo que evoca se funde intangible en nosotros y es precisamente esa abstracción la que lo hace real y presente. Sólo las manos que se atreven a rozar la aterciopelada rugosidad de la piel de sus ramas sudorosas de vida, llevan el tatuaje invisible que nos legitima como LIBRES.