© Carmela Rufanges – COMENTAR en ‘entradas recientes’ o ‘archivos’
Las vicisitudes inesperadas nos impulsan a cuestionar, a pensar, a relegar, a acoger, a crecer y a creer…Yo creo en los abrazos efusivos, en los desafíos, en la potencia de una mirada, en el respeto a todo los que nos rodea, en el equilibrio y en la convivencia entre personas.
En nuestros cerebros repletos de clichés sexuales y con tendencia casi enfermiza a encasillar a nuestros semejantes, las palabras de la para mí recién descubierta diosa Tara, a la que considero la primera feminista del mundo, inundan de verdad y criterio la deshumanizada costumbre de conceptuar, discriminar, diferenciar y utilizar la exclusión en cualquiera de sus formas.
Con sus palabras nos invita a hacer un exorcismo de dogmas, manifestando con sabio criterio y abrumadora naturalidad, la empatía con todos los “seres sintientes” como los denomina esta deidad del budismo, a la que antes de alcanzar la iluminación su maestro le manifestó:
-“Que lastima que estés en el cuerpo de una mujer, si quieres alcanzar la iluminación, tendrás que volver como hombre”, a lo que ella respondió;
-“Aquí no hay hombre ni mujer, ni yo, ni persona, ni conciencia. Etiquetar es hueco”…
Existen y persisten infinidad de normas, leyes y mensajes culturales que afectan y excluyen taxativamente a las mujeres. Esperando y luchando por el cambio a nivel mundial de esta actitud por parte de todos y todas, concluyo con la reflexión de esta madre de la sabiduría:
“Son muchos los que quieren alcanzar la iluminación suprema en un cuerpo de hombre, pero pocos los que desean obrar por el bien de todos los seres en un cuerpo de mujer. Hasta que este mundo quede vacío, yo velaré por el beneficio de todos los seres sintientes en un cuerpo de mujer”.